En la mañana del 5 de noviembre, en el barrio de San Cristóbal de Madrid, Issa M., de 44 años, era abatido a tiros por agentes policiales.  

Según señalan testigos, Issa blandió un cuchillo frente a numerosas personas, incluidos agentes policiales. La policía alega legítima defensa porque, según afirman, hirió a un agente. Sin embargo, diferentes testigos cuestionan esta versión. Además, los testigos coinciden en que los agentes policiales siguieron disparando a Issa y profiriendo insultos una vez se encontraba en el suelo.

La imagen no podría ser más atroz.

Nadie debería ser tiroteado, nunca, por agentes que supuestamente deberían velar por la ciudadanía. Mucho menos aún, alguien que ya yace en el suelo, desprotegido, completamente vulnerable. Herir a alguien con una bala puede ser difícilmente considerado una estrategia de “legítima defensa”. Meterle a alguien cuatro balazos en el cuerpo es, simplemente, tirar a matar. 

Sin embargo, como sabemos, será difícil que ningún juez condene a los agentes implicados, porque la legislación actual defiende sistemáticamente la acción policial, otorgando al testimonio policial más valor que al de cualquier otra persona.

Issa era una persona vulnerable por muchas cuestiones. Entre otras, por su origen extracomunitario, ya que era originario de Ghana; también por la pobreza y el sinhogarismo que sufría desde hacía años, unido a una grave patología de salud mental. 

Entre otras cosas, no podemos dejar de preguntarnos si, en caso de que Issa hubiese sido blanco, los agentes no habrían intentado reducirle de otro modo. Los datos recogidos por organizaciones como Amnistía Internacional o Rigths International no dejan lugar a dudas: el racismo institucional campa a sus anchas en las dependencias policiales españolas. Las detenciones por perfil étnico, los controles racistas, los malos tratos y vejaciones a personas racializadas son, tristemente, el pan nuestro de cada día en todos los cuerpos del orden.

A Issa, como sabemos, le mataron agentes policiales. Sin embargo, también le había fallado todo un sistema. Un sistema injusto y deshumanizado que obliga a muchas personas a migrar para negarles luego sus derechos más básicos a través de normativas como la Ley de Extranjería. Un sistema sanitario que no garantiza una atención universal, integral y de calidad a la salud física y mental. Un sistema de servicios sociales saturado y despojado de recursos para atender adecuadamente a las personas vulnerables. A Issa también le ha ido minando la salud y las fuerzas, día tras día, la ausencia de derechos: el derecho a una vivienda digna, a un empleo en buenas condiciones o a una Renta Básica Universal.  

Desgraciadamente, la situación en Navarra no dista mucho del panorama descrito. El sistema navarro de salud está muy lejos de asegurar una atención integral de calidad en el ámbito de la salud mental. Y, también aquí, la población en situación de exclusión, las personas sin techo y las migrantes sin papeles están abandonadas por las instituciones públicas.

Hay quienes estos días se emplearán a fondo en hacernos creer que el peligroso, el violento, era Issa. Quizá debiéramos preguntarnos si no será mayor peligro habitar un mundo repleto de injusticias flagrantes en el que policías pistoleros campan a sus anchas.

Con la muerte de Issa se extingue una vida. En su lugar, queda un fracaso flagrante de lo que, como sociedad, podíamos haber hecho por él y no hicimos. Honremos su memoria exigiendo justicia y reparación, si no para él, para quienes hoy se encuentran en la posición en que él estuvo. Exijamos que nunca más las balas de ningún policía sieguen la vida de nadie. 

No podemos acabar este escrito sin recordar los nombres de Elhadji Ndiaye (Iruñea), Jonathan Sizalima, Samba Martine, Idrissa Diallo, Aramis Manukyan, Mohamed Abagui, Mohamed Bouderbala, Marouane Abouobaida, Mor Sylla, Mame Mbaye, Soufian Hnin, Mamadou Barry, Osamuyi Aikpithanyi, Soup Tagne Armand Ferdinand, Douda Mahama, Larios Fotio, Nana Chimie Roger, Ousman Hassan, Ibrahim Keyta, Jeannot Flame, BilongMartin Yves, Bikai Luc Firmin, Blaise Fotchin, Aboubakar Oumaourou Maiga, Samba Baya, Youssouf…, muertas bajo custodia o tras la acción policial. 

Las vidas de Issa y de todas ellas importan. Las vidas negras importan.

SOS Racismo Nafarroa